“SALUD MENTAL Y BIENESTAR, UNA PRIORIDAD GLOBAL”

El lema del Día mundial de la Salud Mental este año es “Salud mental y bienestar, una prioridad global” y está centrado de modo específico en reivindicar la inversión global en recursos de cuidado y atención a la salud mental con un acceso equitativo, justo e igualitario a estos recursos para toda la población.

Si pensamos en la salud no sólo desde una perspectiva de la asistencia y responsabilidad individual (cuestión exclusivamente sanitaria), sino como un asunto social y colectivo (que considera la prevención y el cuidado), el vínculo salud mental y bienestar se complica. Esta complejidad implica tomar en cuenta la organización de la vida cotidiana, con sus posibilidades de trabajo, ocio y relaciones, acceso a la educación y a la cultura y, en definitiva, un acercamiento mayor para todos a lo que se ha contemplado como condiciones saludables ambientales y de vida.

¿Por qué nombrar así lo referido a la salud mental parece siempre utópico?

El punto de partida se muestra alejado: incremento de la desigualdad y la pobreza, individualismo competitivo, precarización en el trabajo, privatización de bienes públicos, desregulación de mercados, etc.

Son hechos, aspiraciones e ideales que parecen contraponer a unos frente a otros. El “¡sálvese quien pueda!” ha sido la consigna no escrita que predomina en las últimas décadas.

Acertadamente plantea F. Pereña “si es posible una sanidad universal y equitativa, una salud colectiva en el contexto neoliberal”.

Un inciso antes de continuar. J.L. Tizón hace años escribía: “…ya en el 2003, el gasto en los cinco psicofármacos más vendidos en Catalunya equivalía… ¡al 65 % del resto de los gastos totales en salud mental!

(Gastos totales: Es decir, capítulo I y capítulo II: incluyendo la construcción y amortización de edificios y dispositivos, de material y suministros, los gastos de personal, etc.)”. En esta línea Robert Whitaker publica en el 2015 “Anatomía de una epidemia”. Estaba hablando de una epidemia distinta a la Covid que nos asola, la del incremento de los problemas mentales, consecuencia de distint factores que podríamos resumir en un proceso de medicalización de la sociedad y cuyas causas cifra en las alianzas de la industria farmacéutica, los técnicos y algunos medios de comunicación. Ambas citas, cuyos contenidos mantienen plena vigencia en el Estado español, nos advierten de que la inversión en salud mental, por sí misma y sin claras propuestas previas, se puede llegar a convertir en una trampa para las personas con enfermedad mental y la ciudadanía en general. Plantearnos la salud mental y el bienestar como una tarea colectiva precisa ampliar la tarea a la organización social y política. Desde una concepción ecológica se trata de incluir la revalorización de la importancia de los aspectos cuidantes de los núcleos vivenciales naturales de la población, o sea, una revalorización de las relaciones humanas y de las relaciones sociales para dichos cuidados. Si queremos hacer de la salud mental y el bienestar una tarea colectiva tenemos que colectivizar una mirada de las propias vulnerabilidades, aunque sea en distinto grado, que pueda favorecer la empatía, y provocar una movilización social coherente en torno a este objetivo. Tenemos que invertir energías en organización, en modificar las prácticas que desconocen la palabra de los usuarios resultando iatrogénicas, reconocer a los diferentes actores implicados, respetar los derechos humanos en su profundo sentido más allá de las palabras bienintencionadas y con los hechos: eliminación de contenciones físicas, reducir la sobre medicación, restringir tratamientos centrados exclusivamente en el síntoma.prácticas totalitarias, tan fáciles de reproducir en cualquier recurso asistencial sometido a presión y rentabilidad económica.

10 de Octubre de 2020 Plataforma de Salud Mental de Aragón