Page 196 - GUIA DE INTERVENCION FAMILAR EN LA ESQUIZOFRENIA
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experiencia del PACF, es habitual llegar a esta cuarta sesión en un clima de confianza más que aceptable. Por
eso, el relato de las emociones pasadas o presentes suele producirse sin muchos preámbulos. En los grupos
menos comunicativos, se podrá entrar inicialmente con el guion de emociones, para favorecer la participación.

Se adopta, con alguna modificación, el catálogo de sentimientos y conductas más comunes descritos por
Anderson et al. (1986).

Los sentimientos comunes que se recogen en la imagen son los siguientes:

Desconcierto:

Comprobar cómo un ser querido empieza a comportarse de una manera extraña e inexplicable constituye una
experiencia muy perturbadora para su familia, que sentirá un inevitable desconcierto inicial, al no saber cómo
situarse ante una enfermedad que desconocen y que además está sometida a una franca estigmatización social.
Al referirse a esta reacción y a las siguientes, los profesionales las conceptualizarán como manifestaciones
comunes y comprensibles en las familias.

Angustia. Miedo:

Como ya se habrá podido comprobar, un objetivo primordial es impedir que la carencia de conocimientos acabe
convirtiendo los problemas que rodean a la esquizofrenia en otros tantos misterios más o menos ominosos: “se
teme lo que se desconoce”. Por ello, es importante tratar de devolver a la esquizofrenia su condición de entidad
nosológica diagnosticable y tratable. La angustia y el miedo que produce enfrentarse a la esquizofrenia debe dar
paso al proceso, desde luego doloroso, pero mucho menos visceral de encarar una enfermedad crónica.

Culpa:

Junto al estigma asociado a la esquizofrenia, el de su supuesta causación familiar o, cuando menos, el sentimiento
de haber fracasado en tener un hijo “como los demás”, capaz de colmar las más legítimas expectativas, se
convierte en uno de los sentimientos más frecuentemente mencionados por los familiares. Es el momento de
facilitar a los distintos miembros de la familia la expresión de tales sentimientos, durante tanto tiempo sofocados
por el miedo de que el propio clínico contribuya a exacerbarlos con su veredicto.

Frustración:

La persona con esquizofrenia es, por lo general, el tipo de enfermo que menos se ayuda como tal. La frustración
de los familiares radica, sobre todo, en los reiterados fracasos a que conducen sus intentos de cuidarlo, las
recaídas, etc. También, por supuesto, en el hecho 	 de luchar con una enfermedad para la que nadie los ha
preparado, sobre la que han caído ya demasiadas especulaciones y escasas conclusiones esclarecedoras.

Tristeza:

Como queda reflejado en la imagen, no es posible encarar una visión constructiva sin que los familiares elaboren
primero su duelo y modifiquen sus expectativas. Las aportaciones actuales al concepto de duelo pueden ser muy
valiosas para el clínico (Ver III. 4), al igual que para la detección y explicación de otras respuestas emocionales.
Sin embargo, en la exposición a los familiares es importante limitarse a hablar de aquellas emociones más
comunes y fácilmente reconocibles, sin entrar a profundizar en sus mecanismos.

Impotencia:

Sentimiento habitual que embarga a los familiares tras reiterados intentos de resolver “el problema”. Los
múltiples ensayos con distintos profesionales y el “periplo terapéutico”, la sobrecarga económica que conlleva,
el desajuste ocasionado en la vida cotidiana familiar. Son momentos muy adversos en los que la entereza de los
cuidadores principales se puede resquebrajar.

Vergüenza. Estigma:

También los medios de comunicación, sin olvidar toda la interminable saga de “thrillers” y películas protagonizadas
por “locos asesinos”, han contribuido decisivamente a estigmatizar a las personas con esquizofrenia. La mayoría
de las familias viven con mucha vergüenza cualquier trascendencia pública que pueda tener la conducta del
paciente. Ello conduce a una paulatina “retirada social”, cuando no a la franca ocultación del problema por sus
posibles repercusiones sociales.

Aislamiento:

Muy asociado al anterior, el aislamiento social suele ser la norma, al menos en ciertos entornos urbanos.
Compartir con otros la expresión de ese sentimiento es el mejor camino para empezar a superarlo.

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