Page 15 - GUIA DE INTERVENCION FAMILAR EN LA ESQUIZOFRENIA
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Otro de los hallazgos de creciente intere´s en el estudio de la fisiopatologi´a de la esquizofrenia, es el de las
alteraciones en las ce´lulas gliales de las personas afectadas. Algunos estudios han demostrado variaciones en
los tres tipos de ce´lulas gliales. Se ha observado disminucio´n en el nu´mero de oligodendrocitos (producto de
la ausencia del aumento normal de oligodendrocitos por la edad), asi´ como una alteracio´n en su maduracio´n
y distribucio´n. Se conocen alteraciones en la disposicio´n de la membrana especialmente en la corteza frontal
y nu´cleo caudado, y cambios en la composicio´n qui´mica de la misma, tales como, niveles reducidos de la
glucoprotei´na asociada a la mielina y la transferrina en la sustancia blanca de la porcio´n anterior de la corteza
cingulada (Bernstein et al., 2015). La disposición deficitaria de algunos circuitos neuronales, se traduciría en una
vulnerabilidad o proclividad a la disfunción, que quedaría desenmascarada por el proceso madurativo y sus
eventos específicos durante la adolescencia (mielinización, poda neuronal, efectos hormonales de la pubertad
sobre el SNC), pero también por la exposición a factores estresantes que inevitablemente sobreviene cuando se
accede a las edades de riesgo: Lieberman et al. (1997); Lewis y Lieberman (2000); Raedler et al. (1998). Algunas
de estas contingencias quedan reflejadas en el esquema desarrollado por McGorry y Edwards (1997) y adaptado
al efecto en la Figura 2.
Las alteraciones neurofisiológicas de los circuitos neuronales descritos implican determinados disturbios a nivel
bioquímico, en la regulación de la actividad dopaminérgica, cuyo papel mediador en la aparición de los síntomas
positivos y negativos de la enfermedad fue postulado por Davis et al. (1991).
En los años 70, se afianza la hipótesis dopaminérgica gracias al hallazgo de la efectividad clínica de los fármacos
antipsicóticos, directamente relacionada con su afinidad por los receptores dopaminérgicos.
El enfoque para tratar la psicosis en ese momento era, que el exceso de transmisión en los receptores de
dopamina precisaba el bloqueo de estos receptores. Dicha hipótesis, ha seguido evolucionando con distintas
formulaciones, en lo que se ha venido a denominar las “tres versiones” de la hipótesis dopaminérgica (Howes y
Kapur, 2009).
En la versión I, se ofrecían los datos disponibles de aquel periodo, sin establecer ningún vínculo con la genética
ni con trastornos en el neurodesarrollo. El trabajo de Davis et al. (1991), formulaba una “hipótesis modificada de
la dopamina”, que reconceptualizó la hipótesis anterior a partir de los hallazgos disponibles. Dichos hallazgos,
resultaban incompatibles con la simple propuesta de exceso de neurotransmisión dopaminérgica realizada en
la versión I.
La principal innovación de la versión II, fue el cambio de una hipótesis de dopamina unilateral, que explicaba
todas las facetas de la esquizofrenia, a una hipodopaminergia prefrontal regionalmente específica y una
hiperdopaminergia subcortical.
La versión III viene a explicar los múltiples factores de riesgo ambientales y genéticos para la esquizofrenia,
indicando que dichos factores interactúan canalizándose a través de una vía común final de hiperdopaminergia
estriatal presináptica. Además, vincula la neuroquímica con los síntomas.
Proporciona una explicación para los hallazgos superpuestos en personas con factores de riesgo de esquizofrenia,
y explica el diagnóstico no en términos neuroquímicos, sino como resultado de factores individuales que
interactúan con el medio sociocultural. Además de canalizar a través de la disregulación de la dopamina, los
múltiples factores de riesgo ambientales y genéticos tendrán influencia en el diagnóstico, al afectar a otros
elementos de la función cerebral que subyacen a los síntomas negativos y cognitivos.
Sin embargo, como ya se indicaba en la figura 1, la dopamina no es el único neurotransmisor implicado en la
vulnerabilidad esquizofrénica. Se ha señalado en diferentes trabajos, el papel del ácido gamma-aminobutírico
(GABA) en la vulnerabilidad de este trastorno.
Así, algunos estudios neuropatológicos objetivan la presencia de marcadores moleculares, que sugieren un
de´ficit en la actividad de interneuronas GABAe´rgicas en diversas regiones del cerebro tales como: corteza
prefrontal, corteza temporal, hipocampo y cerebelo (Torrey et al. 2005).
La Figura 3, muestra la posible implicación del metabolismo del GABA tal como se postulaba en la hipótesis de
Freed (1988).
Al margen de que se conozcan más o menos íntimamente las bases morfológicas y bioquímicas de la vulnerabilidad
esquizofrénica, el hecho es que su existencia se traduce en una serie de déficits en el procesamiento de la
información. Pero tal vez, el término “déficit” no exprese adecuadamente los acontecimientos que tienen lugar
en la esfera psíquica, si tenemos en cuenta el alcance y la significación de un disturbio funcional en estructuras
tan cruciales como las mesolímbicas.
Filogenéticamente, esas estructuras constituyen el asiento de la conducta comunicacional, siendo su equivalente
en la especie humana, la generación y elaboración de las emociones. El “material en bruto” de tales emociones
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