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Realidad y Rehabilitación en la Psicoterapia Focalizada en la Transferencia
mundo en la medida posible. Por todo ello, la rehabilitación entendida en el amplio sentido que propone la OMS como
acercamiento a la plena función del individuo puede ser una consecuencia lógica del abordaje TFP. Y el mecanismo clave
en este proceso es la atención prioritaria a la realidad.
¿Que es la realidad?
No trataremos aquí de dirimir la cuestión de si la realidad existe, de si hay algo ajeno a nuestro pensamiento, o si tan solo
somos el sueño de alguien. No vamos a tomar posición entre los idealistas y los materialistas. Entre los filósofos (Ferrater
Mora, 1991) podemos hallar varios modos de considerar la realidad. Los dos más comunes nos señalan que algo es real
cuando no es ilusorio, o bien que algo es real cuando existe. El llamado “problema de la realidad” es para algunos el gran
problema de la Filosofía. Al explorar cualquier concepto nos vemos obligados a lidiar con lo real, sus fronteras y sus carac-
terísticas.
Existe hoy un movimiento filosófico que va ganando fuerza y que suele denominarse “Nuevo Realismo”. Uno de sus líde-
res es el filósofo alemán Markus Gabriel (2015), que propone una crítica profunda a los planteamientos de los filósofos
llamados posmodernos (Deleuze, Derrida, Foucault, ligados en alguna medida a Lacan) y el reconocimiento de que sí exis-
te una realidad ajena al sujeto, una realidad de “tercera persona” que permite la exploración objetiva de las personas y los
sucesos. Obviamente esa perspectiva objetiva se queda corta a la hora de analizar cualquier fenómeno, pero sus limitacio-
nes no implican en absoluto su inexistencia. El ser humano es para Gabriel (2023) un animal (el animal por antonomasia,
diría él), que no es solamente un animal, que no desea ser animal y que finalmente es el único animal que conocemos
(pues es el único sobre el que poseemos conocimiento objetivo y subjetivo). Obviamente esto abre interesantes áreas de
exploración al tocar directamente tanto el tema de la identidad más profunda de los humanos como uno de los elementos
ajenos a la voluntad del individuo, ajenos a él y a la vez profundamente influyentes en nuestro existir; en otras palabras,
elementos de ese orden Real propuesto por Lacan.
Una forma simple de definir el término realidad en el contexto psicoterapéutico sería considerar este concepto como
aquello que ocurre fuera de la sesión. Lo relacionado con el mundo interno del paciente más allá de las paredes del des-
pacho del terapeuta y también aquellos elementos humanos y materiales que son ajenos al paciente, pero constituyen
el contexto en el que éste desarrolla su vida. Todo ese mundo externo puede dividirse en dos categorías importantes:
lo afectivo, tanto en el plano familiar, social, de pareja o sexual, y las actividades más o menos útiles que desarrolla cada
persona según su formación, sus intereses y sus oportunidades. El lector con alguna formación psicoanalítica reconocerá
en seguida el aroma del famoso “dictum” freudiano respecto a los objetivos del psicoanálisis: “lieben und arbeiten”, amar
y trabajar. En otras palabras, establecer vínculos afectivos duraderos con amigos, familia, pareja (incluyendo los sexuales)
y llevar a cabo una actividad útil para la sociedad y el individuo adecuada a las propias habilidades y conocimientos. La Psi-
coterapia Focalizada en la Transferencia hace suyo el comentario freudiano y se plantea abiertamente el logro de avances
significativos en estas áreas como la verdadera meta del proceso terapéutico.
Algunas visiones de la realidad en Psicoanálisis
De forma sutil y no siempre reconocida, la realidad ocupa permanentemente un lugar en el pensamiento psicoanalítico.
Podemos ver en los textos, desde el propio Freud, el contraste entre sueño y realidad, inconsciente y realidad, deseo y
realidad, ficción, ilusión…y realidad. Señalamos a continuación algunas aportaciones sobre la realidad desarrolladas por
tres autores fundamentales: Lacan, Fonagy y Kernberg
Para Lacan, lo real es aquello que se resiste absolutamente a la simbolización, es el dominio de lo que subsiste fuera de la
simbolización (Fink 1995). Sin duda Lacan incluye la muerte como perteneciente al orden real. Y también las pulsiones y
quizá las emociones que derivan de ellas. Podríamos considerar lo real como aquello que existe de forma independiente
a nosotros. Es el rugir de la catarata que se escucha como música de fondo sobre cualquier diálogo. Algo poderoso que
matiza e influye todo lo que se dice, pero que no se menciona. Diría que este es el sentido en el que Lacan utiliza el térmi-
no. En los otros dos órdenes del pensamiento lacaniano, lo imaginario y lo simbólico, existe una imprescindible participa-
ción del sujeto. Nosotros co-creamos la dimensión imaginaria al fantasear con un vínculo perfecto del pasado. También
co-creamos lo simbólico al convertirnos en firmantes de un pacto con el Padre que nos permite acceder a la Sociedad, la
Cultura y el Orden.
Pero en la dimensión real lacaniana tan solo podemos ocupar el papel de observadores o sufrientes. Lo real se nos im-
pone sea cual sea nuestro deseo o nuestro temor. Sencillamente está, ajeno a nosotros y amenazador. Creo legítimo
plantearnos si el acceso a lo real en el sentido lacaniano, la experiencia de lo real ajeno a nuestras fantasías y acuerdos no
sería el paso final de la lucidez. La contemplación de lo absoluto, lo independiente a nosotros, esa dimensión del existir
en la que solo podemos ser testigos o víctimas, nunca actores. Sin duda se trata de una dimensión nada tranquilizadora
y de algún modo inhumana. Puede que para la mayoría de nosotros sea más fácil sostenernos en la cómoda residencia
en la casa simbólica, parcialmente protegidos del atronador rugido de esa terrible dimensión lacaniana de lo real, que sin
duda implica a las pulsiones que pugnan por buscar expresión indirecta en nuestras acciones y deseos y a las emociones
que las acompañan.
Cuando reflexionamos sobre los elementos de lo real, inmediatamente nos hallamos frente a la muerte. Representa el
núcleo de la tragedia unamuniana por excelencia (Unamuno 1913): la certeza de nuestro final inexorable que a todos nos
iguala y a todos nos espera. Y ese muro real constituye el fondo sobre el que se dibuja nuestro devenir en lo imaginario y
lo simbólico. Los rituales funerarios, que se remontan al principio de los tiempos (Sorensen & Rebay-Salisbury 2023) repre-
sentan una manera en la que los humanos intentamos simbolizar y por tanto dar sentido a lo Real. Quizá las diferentes
propuestas religiosas constituyen intentos de responder a esa pregunta antigua y terrible: ¿y después de la muerte? Junto
Rehabilitación Psicosocial - Volumen 20 nº 2 - Julio - Diciembre 2024 61