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Larizgoitia-Jauregi
(Anexo 1), y en algún caso, incluso, ha posibilitado que
el socio adopte conscientemente un nuevo rol.
Este entusiasmo por el club se fundamenta en los
beneficios que obtiene el socio (Anexo 2):
- El club social es un espacio donde los socios
encuentran otras personas en un ambiente de
cordialidad, y donde la característica principal es el
respeto mutuo. Un lugar donde el socio se reúne
con otras personas con las que comparte una
misma experiencia vital, lo que representa un valor
superior al hecho de sufrir una discapacidad mental
ya que le aporta reconocimiento: Y apoyo de los
iguales.
- Es por otra parte, un espacio que les permite
sentirse libre del estigma ligado a la discapacidad
relativa a la salud mental, desde donde se sienten
fuertes para afrontar ese rechazo social. Hay dos
razones que fundamentan esta sensación de
protección: por una parte, es un espacio libre de
prejuicios que califiquen negativamente al socio,
pero también es un espacio discreto, que no exige
del socio que se identifique públicamente como tal,
si no quiere hacerlo.
- Finalmente, es un espacio en el que el socio elige
con libertad y de acuerdo a sus intereses cómo
ocupar el ocio, y en donde los socios sienten que
aportan su saber hacer y obtienen satisfacción.
Algo relacionado finalmente con su realización
como personas en la sociedad.
Los socios explican estos resultados que obtienen en
el Club Social en función de las características que
definen este espacio (Anexo 3), y que en sí mismas les
aportan valor:
- La libertad, y la aceptación que experimenta el
socio por sí mismo, sin verse obligado a cumplir
requisitos que le son externos como persona, ni
tampoco exigencias de funcionamiento en el club, lo
que confiere sensación de control sobre su
actividad.
- La relación entre las personas del club, entre
socios, facilitadores y voluntarios, se basa por un
lado en reconocer y potenciar las habilidades de las
personas, y por otro en una escucha que acoge.
- A la vez, es un espacio que ofrece oportunidades,
y ofrece sobre todo un espacio, un momento donde
la oportunidad de participar tiene su centralidad: el
momento de la asamblea semanal. Participación
también presente en todos los momentos del club.
En el otro lado, el de los facilitadores, profesionales
responsables de la marcha y resultados del club, la
interpretación de la realidad es muy similar. Desde el
punto de vista de los profesionales (Anexo 4) el trabajo
en el club ha supuesto un desafío profesional, con
momentos en que se constata el error por no haber
sabido estar a la altura. La solución ha venido de la
mano de reconocer en el socio un interlocutor, y
28 Rehabilitación Psicosocial 2015; 12(1): 25-33
finalmente, el resultado que perciben en los socios
coincide con su propia experiencia de la vida.
También ahora, como cuando hablaban los socios,
las características del club (Anexo 5) resultan
determinantes en el proceso vivido por los
profesionales-facilitadores:
- Su metodología eminentemente participativa es
consustancial al cambio en los profesionales y a los
resultados que produce cara a los socios.
- Otro elemento esencial resulta el respeto y la
aceptación hacia las peculiaridades de cada uno, y
ligado a ello, una clara orientación a potenciar lo
positivo de cada persona con el objetivo de
ayudarle a encontrar su camino.
- Que finalmente culmina con el reconocimiento de
un igual en el socio, y con un gran sentimiento de
satisfacción profesional y personal en el facilitador.
Conclusiones
El Club social ha sido una apuesta, impulsada por la
dinámica que el propio club iba desarrollando, por
hacer de la “participación” de los socios el eje central y
a la vez el fin buscado. En un inicio, se establece la
“asamblea” como espacio para el intercambio de
opiniones y la participación de los socios, los
profesionales utilizarían ahí técnicas de “facilitación”.
Este hecho implica el reconocimiento de un “derecho”
de los socios, el de participar, con el que rápidamente
empiezan a sentirse cómodos. Se abre así un
“proceso” de aprendizaje, de desarrollo de la capacidad
de participación, en el que los socios van poco a poco
creciendo, encontrando sus espacios para participar y
sus formas de hacerlo. A medida que aumenta su
grado de participación y rompen los límites de la
“asamblea” participando en el diseño y organización de
las actividades, en el bar, en abrir “solos” el domingo,
en resumen participando en toda la vida del club, los
socios van ganando poder.
Apoyados por los facilitadores, su “actitud” va siendo
más proactiva. Facilitadores y socios, en una dinámica
que se retroalimenta, van mejorando la actitud hacia, y
el propio proceso de participación: aparecen roles que
son asumidos por socios con respaldo de la asamblea,
la marcha del día a día queda en sus manos, surgen
nuevas preocupaciones en torno a la financiación del
club, a la participación de personas “normales” sin
discapacidad, y al costo de las actividades que los
socios asumen como propias, y sobre las que plantean
y desarrollan iniciativas. Los profesionales, motor y
resultado de este proceso participativo, se afirman
como facilitadores, y definen un nuevo perfil de relación
con los socios, en el que se reconocen más satisfechos
personal y profesionalmente. Las características del
club: libertad, aceptación de cada persona, escucha,
apoyo mutuo, positividad, reconocimiento de las
habilidades y los esfuerzos, son el resultado de la