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Siruana y Martínez de la Roca
vulnerabilidad y la diversidad de factores que influían
en la aparición de la esquizofrenia.
Lo importante del hallazgo de Brown, y
posteriormente de Zubin y Spring, es que demostraron
que, para la atención a las personas afectadas con un
TMG, es imprescindible la intervención familiar. La
teoría de la vulnerabilidad reconoce ampliamente la
contribución relativa de las ciencias neurológicas y de
la psicología ambiental y personal1. Había que intentar
encontrar una forma de trabajar con las familias para
que esa influencia se pusiera del lado del clínico y
obtener una alianza terapéutica. “Si bien era
improbable que interacciones familiares problemáticas
ocasionaran esquizofrenia, empero tenían influencia
(...) las relaciones familiares parecen influir sobre el
curso y no ya sobre el origen de la enfermedad”1.
Psicoeducación familiar y psicoeducación
sistémica
La Psicoeducación de Familias parte de la hipótesis
que, si una familia tiene información, disminuirá la
Emoción Expresada y, de esta forma, las recaídas. La
evidencia científica así lo demuestra en los numerosos
estudios que se han realizado sobre la Emoción
Expresada.
Nuestra experiencia en la realización de grupos
psicoeducativos para las familias también nos ha
demostrado otras numerosas ventajas: nos sirven para
comenzar a trabajar con la familia, para implicarla en el
proceso de rehabilitación, para comenzar a trabajar la
alianza terapéutica. Se crea un espacio con los
familiares sosegado, no culpabilizador, con un lenguaje
sencillo, donde los familiares pueden, por fin, hablar
con tranquilidad, de hacer preguntas que nunca se han
atrevido a realizar, de tener la opinión de profesionales
y de personas con la misma problemática de la
situaciones del día a día. El modelo psicoeducacional
funciona porque usa un lenguaje simple, no culpabiliza
y tratan las necesidades existentes2.
Pero, también hemos podido comprobar alguna
carencia. Los familiares llegan a la conclusión de que
toda la conducta se asocia al trastorno mental y, por
tanto, se acepta conductas inadecuadas por no
aumentar los comentarios críticos. Y esas conductas
inadecuadas, crean la cronicidad social. Es lo que en la
teoría sistémica hablamos de cambio 1: En el Cambio
1, las conductas individuales varían de manera
continua pero la estructura del sistema no se altera.
Para conseguir un cambio duradero es necesario un
cambio 2. En el Cambio 2, el sistema cambia. Se
producen cambios en las normas que marcan su
estructura.
Lo que está claro es que la irrupción de un TMG en
una familia crea una crisis en el sistema y que es muy
difícil que la estructura familiar no se altere. Lo habitual etiología biológica predisponente y precipitada por vías
es que la familia cambie su estructura para atender las
33 Rehabilitación Psicosocial 2011; 8 (1 y 2): 32-36
necesidades de una persona con dificultades. Pero, en
la mayoría de los casos, la estructura familiar se
sacrifica por esta persona y se crean reglas que
permiten la cronicidad del familiar enfermo. Es lo que
llama Mara Selvini, en los procesos diacrónicos, el
sexto estadio: las estrategias basadas en el síntoma3.
Y ello, dificulta la rehabilitación psicosocial de nuestro
paciente. Es necesario que la familia cambie su
estructura, sus reglas, sus valores para adaptarse a la
nueva situación, tendiendo siempre a la autonomía de
su familiar con un TMG. La capacidad de aprender está
relacionada con el cambio 2. Los sistemas que tienen
la capacidad de transformarse, son mucho más
capaces de adaptarse a las alteraciones de su contexto
que los sistemas que sólo admiten cambios de primer
orden.
La teoría sistémica y, más en concreto la Terapia
Familiar, nos ayuda a conseguir un cambio 2. Y para
ello es necesario adaptar este trabajo a cada una de
las familias. Para ello, es necesario poder hablar en el
mismo espacio de la Psicoeducación de Familias de
qué es la estructura familiar, de cómo se ha modificado
con la irrupción de un TMG, para un cambio de visión,
del paso de lo lineal a lo circular, para que los propios
familiares se conviertan en agentes de cambio en su
propia familia.
El proceso sería el siguiente. Comenzamos la
Psicoeducación de Familias de forma clásica en un
contexto informativo, donde nos podemos favorecer de
la ayuda horizontal, su eficacia, el intercambio de
experiencias de las familias; trabajando la posible
culpabilización.
Esto se preguntan Cirillo et al.2, e incluso nos dan
alguna clave: "queda el problema de cómo lograr
conciliar una visión sistémica con un setting eficaz
como el psicoeducativo. Pezzano (1997) responde
introduciendo en los grupos con familias una clave
sistémica, como el ciclo de la vida, con la intención de
superar la visión temporalmente bloqueada del
diagnóstico y utilizar conceptos que estén más abiertos
al cambio". Y eso es precisamente lo que esta
experiencia pretende.
En este contexto informativo empezaríamos con un
lenguaje familiar, con el que las familias están
acostumbradas a recibir, el del modelo
psicoeducacional, para posteriormente ir consiguiendo
cambiar su punto de vista, utilizando el concepto de
Emoción Expresada, concepto que hará entender a las
familias que el trastorno que sufre uno de los miembros
afecta, realmente, a todos ellos, que sus vidas han
cambiado, no sólo la del paciente, y que su conducta
influye en el síntoma con una influencia mayor que un
psicofármaco o que la actuación profesional. En la tabla
1 reflejamos las diferencias y semejanzas entre ambas
líneas de intervención.
En la psicoeducación clásica se explica desde una