Page 115 - GUIA DE INTERVENCION FAMILAR EN LA ESQUIZOFRENIA
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casos tendrán que enfrentarse no solo a sus temores y a su falta de experiencia por no haber desempeñado
anteriormente una actividad laboral reglada, sino que también tendrán que enfrentarse a los propios temores
de la familia y de los profesionales. También es menos probable, que las personas aquejadas de esquizofrenia
lleguen a establecer una pareja estable y una familia propia. En el caso de que exista una relación de pareja, habría
que sumar a las dificultades de acoplamiento de toda pareja en sus inicios, aquellas dificultades inherentes a la
presencia en uno de sus miembros de una enfermedad mental grave. Es recomendable que la pareja tenga un
conocimiento lo más preciso posible de la enfermedad y de las estrategias de afrontamiento.

Si la persona con enfermedad mental tiene hijos también se pueden presentar dificultades específicas en torno
a cómo lograr desempeñar su rol parental, tanto relacionadas con su enfermedad mental (síntomas, efectos
adversos de la medicación, ingresos hospitalarios...) como con otros factores secundarios (déficits de habilidades
de crianza, problemas en la pareja, aislamiento social, inseguridad, paro, dificultades económicas, precariedad
en la vivienda, etc.).

En este sentido, y dentro del marco de la rehabilitación, se ha venido planteando la necesidad de elaborar
programas específicos que doten de habilidades de crianza a las personas con enfermedad mental. Un ejemplo
en España sería el programa de intervención para padres/madres con enfermedad mental, realizado por Rullas
et al. (2004, 2011). Este programa, trata de integrar en los objetivos del Plan Individualizado de Rehabilitación, el
que los usuarios/as adquieran habilidades para manejarse dentro del entorno familiar. Entre estas habilidades
estaría el cuidado y atención de los hijos.

En aquellos casos en los que la persona con enfermedad mental no puede hacerse cargo de sus funciones
parentales, suelen ser otros familiares, sobre todo los abuelos, los que asumen estas funciones y, aunque vivan
en la misma casa, son estos los que toman las decisiones respecto al niño, y los que establecen límites y normas.
Así, la madre/padre con enfermedad mental queda al margen y cuando se recupera lo suficiente para poder
asumir esas funciones, muchas veces la relación con su hijo/a es distante y le resulta muy difícil reasumir su rol,
dado que se ha establecido una rutina en la que otros se ocupan de dichas funciones.

Una cuestión muy habitual, en el caso de que la persona con enfermedad mental no haya construido una familia
propia, es el temor de los padres respecto a qué va a pasar con su hijo/a cuando ellos no puedan estar para
“cuidarlo”. Los padres pueden desear que sean sus hermanos quienes se hagan cargo del paciente, pero esta
es una petición que puede ser difícil de asumir por los hermanos porque tal vez tengan sus propios problemas
evolutivos, o tengan ya sus familias propias, o incluso por no mantener una relación estrecha con el paciente
o mantenerla de forma conflictiva. Todo ello, parece pues, una carrera de obstáculos en la que con mucha
facilidad el sistema familiar se puede “trabar” en torno a la enfermedad.

La estructura y las pautas de relación familiar, transmitidas a través de generaciones suponen una fuente de
estrés en doble sentido:

       •	 El estrés vertical; que repercute en cada momento de la vida. Igualmente, toda persona está influida
             por el sistema sociocultural, comunitario y familiar al que pertenece.

       •	 El estrés horizontal; a lo largo del tiempo y producido por sucesos estresantes ligados en la mayoría
             de las ocasiones a las transiciones del ciclo vital, y a los acontecimientos y tareas de acomodación al
             cambio que suponen. A veces, se añaden otros eventos estresantes e “imprevisibles” porque no son
             habituales o propios de esa fase del ciclo vital. La aparición de la enfermedad mental en un familiar es
             uno de estos eventos estresantes imprevisibles.

El mapa sugerido hace décadas por Carter y McGoldrick (1989), sobre las fuentes de estrés horizontales y
verticales de la familia, sigue resultando especialmente útil para integrar y comprender el estrés impredecible
que supone la aparición de un TMG en uno de sus miembros. Ver Figura 19.

Genograma

El genograma sirve para generar hipótesis sobre la relación familiar. La representación gráfica de la constelación
familiar proporcionará información sobre la estructura de la familia, sobre los problemas y conflictos familiares,
y sobre los posibles apoyos y red social-familiar con la que cuenta el paciente y la propia familia.

Elaborar un genograma (ver Tabla 22) supone la atención de tres aspectos o niveles básicos, tal y como indicaban
McGoldrick y Gerson (1987).

Aunque el grueso del genograma se suele realizar en las primeras entrevistas, se podrá ir completando a medida
que se vaya obteniendo más información de la familia, o vayan surgiendo cambios relevantes.

El genograma, contribuye a realizar un “rastreo” del flujo de la ansiedad familiar a través de las generaciones,
sitúa el contexto familiar actual y permite comprender e integrar las principales dificultades de la familia.

Guía de intervención familiar en la esquizofrenia  115
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