Page 324 - GUIA DE INTERVENCION FAMILAR EN LA ESQUIZOFRENIA
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de la esquizofrenia que predominaron hasta mitad del siglo XX iban perdiendo su importancia. No estaban
apoyadas en resultados ni evidencias empíricas. Los familiares, comienzan a hablar abiertamente sobre su carga
y las dificultades del cuidado del paciente, y a expresar sus quejas por el trato recibido de los profesionales y
servicios. Algunas organizaciones no gubernamentales, como la Alianza Nacional para los Enfermos Mentales
(NAMI), constituyeron un fuerte grupo de presión de familiares y profesionales de la salud mental para la mejora
del tratamiento de los pacientes, y también para conseguir un mayor respeto y consideración hacia los propios
familiares (Ver IV.2).

La convergencia de todos estos factores contribuyó al desarrollo de diferentes modelos de tratamiento
familiar, y con diversas orientaciones: programas de corte psicoeducativo y de apoyo, de orientación cognitivo-
conductual, de orientación sistémica, etc. El cambio de siglo supuso un momento de inflexión definitivo, para
el anclaje del enfoque de recuperación en los distintos modelos y estrategias de intervención familiar. Pero no
fue precisamente desde la práctica clínica rutinaria o por su consideración e impulso desde los dispositivos
asistenciales, desde donde se produjo este anclaje. Buena parte de los modelos iniciales de intervención familiar
surgieron de otros ámbitos; universitarios, investigación. Y se constataba, que la diseminación de este tipo de
intervenciones en los servicios asistenciales seguía presentando dificultades provenientes de los clínicos, de los
gestores, o incluso de las propias familias (Ver IV.1). La extensión y desarrollo del movimiento asociativo familiar
y sus reivindicaciones, supuso un fuerte impulso al anclaje de este enfoque de recuperación en la intervención
familiar.

Igualmente, las aportaciones que iban surgiendo desde el campo de la investigación, respecto a la efectividad de
la intervención familiar en la reducción de recaídas e ingresos hospitalarios mejoran notablemente el panorama.
En esta línea, Pharoah et al. (2010). En la revisión se señala, que el principal beneficio de la intervención familiar
en la esquizofrenia es la reducción en el número de recaídas y rehospitalizaciones.

En otras revisiones sistemáticas, se aborda el papel de la psicoeducación en la intervención familiar, y su positiva
influencia e impacto en el proceso de recuperación del usuario. Así, el trabajo ya citado (ver IV.3) de Sin y Norman
(2013). Esta revisión indica, que la psicoeducación debe proporcionarse de forma rutinaria a los miembros de
la familia tan pronto como sea posible. En línea similar, el estudio ya mencionado (ver IV.3) de Palli et al. (2015).

Y habrá que recordar también, lo señalado por Glynn et al. (2006) en su valiosa aportación. Los autores, realizan
un amplio recorrido por el desarrollo de las intervenciones familiares en distintos ámbitos, y centran su estudio
precisamente, en la oportunidad que ofrece el impacto del modelo recuperación para volver a visitar el campo
de las intervenciones familiares en la esquizofrenia, con el fin de identificar las formas y elementos de estas
intervenciones, consistentes y complementarias a la orientación de recuperación, y aquellas formas en que
podrían beneficiarse de un mayor refinamiento para hacer aún más compatible las intervenciones familiares con
dicho enfoque de recuperación. Se destacan algunas de las conclusiones realizadas por este grupo de autores:

       •	 A pesar de que la implementación inicial de este tipo de intervenciones familiares fue adecuadamente
             exitosa, su posterior desarrollo no se ha acompañado ni del impulso decidido de los servicios
             asistenciales, ni de la adecuada financiación estatal.

       •	 Uno de los pilares básicos del modelo de recuperación, es que los usuarios/as y familiares dispongan
             de un fácil acceso a los servicios e intervenciones apropiadas. Pero, a pesar de la evidencia empírica
             al efecto, y del reconocimiento de que la participación en programas formales de psicoeducación
             familiar contribuye al proceso de recuperación del usuario/a y a la reducción de recaídas e ingresos, se
             constata la escasa y a veces nula extensión de estos abordajes psicoeducativos.

       •	 Es necesario integrar en los diseños de intervención familiar, las consideraciones actuales sobre las
             distintas fases de la enfermedad y etapas de la recuperación. Y ello, tanto respecto a usuarios como a
             familiares: edades y fases evolutivas de unos y otros, debut reciente o larga evolución, repercusiones
             diversas en unos y otros para afrontar las tareas en la vida cotidiana, tipos de constelaciones y estructuras
             familiares. Los autores remarcan que la omisión de estos aspectos sería muy desafortunada.

       •	 Es necesario contemplar, los “diversos matices” familiares con respecto a sus propios esfuerzos de
             comunicación y resolución de problemas y sus necesidades específicas, así como las conceptualizaciones
             de los problemas de salud mental y las expectativas sobre las interacciones con el equipo de tratamiento
             de la salud mental. Todo ello va a influir en la intervención familiar.

       •	 Es necesario “alinear” la investigación y los servicios asistenciales que provean este tipo de
             intervenciones familiares, con una orientación de recuperación centrada en el usuario/a.

       •	 Las familias pueden desempeñar un papel clave en el apoyo a la recuperación del usuario/a.

Sobre la conclusión señalada por Glynn et al. (2006), respecto a la escasa y a veces nula extensión de la
psicoeducación suministrada a familiares y pacientes cabe resaltar, en línea similar, las conclusiones del estudio

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