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Jimeno Valdés A. Psicorrehabilitación en el siglo XXI: desde 50 años de experiencia
inespecificidad 3 sin embargo veda la aplicación completa de todo, intenta eliminar el término de crónico. En princi-
esta solución. Es obvio, me parece, que este problema no pio, bien parece puesto que persistente indica a pesar de
queda tampoco suficientemente resuelto por la separación todo, evitable o mejorable lo que obliga al mantenimiento
entre el eje I y el II, y el eje III ya que rara vez se especifican de esfuerzos terapéuticos, más por otra parte justifica, me
las relaciones existentes o que debieran exigirse para que parece, la inexistencia en muchas zonas, de centros residen-
los factores somáticos se aceptaran como responsables de los ciales, que en mi opinión son insustituibles para muchos pa-
síntomas psíquicos y que los de personalidad “ o estado” fue- cientes afectos de esa abstrusa y maldita enfermedad – o lo
ran los predisponentes (antes denominados endógenos o de que sea – que llamamos esquizofrenia. Un centro residen-
disposición: “Anlage” en alemán). Ello presupone la acep- cial por definición se obliga a proteger de por vida a este ti-
tación implícita de la multicausalidad omnipresente de los po de pacientes, mientras que lo de persistente en su
trastornos mentales, mas en buena lógica y en buena tradi- aparente buena intención de continuar incansablemente
ción médica debería intentarse diferenciar clara y efectiva- los esfuerzos terapéuticos, arroja a las familias y a la socie-
mente entre factores de disposición (vulnerabilidad en la dad el tremendo peso de personas claramente incapaces, que
jerga actual); causales (es decir necesarios aunque no siem- tampoco disfrutan de una libertad que no saben ni pueden
pre suficientes); precipitantes (desencadenantes del proce- administrar. Esta situación podemos evaluarla bien tanto los
so permitiendo por ejemplo la expresión de un gen); que hemos participado en la reforma asistencial, como
agravantes (concomitancias y sumación de efectos); etc. quienes hemos sufrido sus consecuencias, y más quienes co-
Podrían incluso distinguirse causas finales en buena distin- mo quien escribe estos párrafos ha estado implicado en
ción aristotélica, debido, claro está a la existencia (no nega- diversos momentos en ambas intenciones y actividades.
da, pero si olvidada) de la voluntad e intención del paciente
y causas eficientes (desde el sustrato neurobiológico). Incapacidad, Minusvalía y Deterioro. También me pare-
ce que estos términos con frecuencia se utilizan de forma
Comentarios a las clasificaciones internacionales al uso ac- imprecisa. Incapacidad con sus clásicos tres aspectos de
tualmente. Tras estas alusiones parece oportuno precisar aun primaria, secundaria y terciaria es equiparable al término
algo más la principal crítica aplicable a las clasificaciones in- anglosajón (de Wing) de Impairment. Expresa la falta de ca-
ternacionales actuales: La utilización de criterios heterócli- pacidades o habilidades para la ejecución de determina-
tos que cambian de unos a otros grupos de forma errática das tareas más bien de tipo psicosocial. Minusvalía debe
y confusa. utilizarse, creo yo, como término administrativo que mida,
según baremos objetivos, la pérdida de independencia so-
Unas veces se siguen, efectivamente, criterios meramen- cial que debe ser paliada o sustituida por las pertinentes ayu-
te descriptivos, otras temporales, según la duración de lo sín- das tanto sean monetarias como de dispositivos asistenciales.
tomas, otras de gravedad o intensidad, y otras etiológicos o Deterioro deber reservarse para la pérdida de rendimientos
posible o probablemente etiológicos sin que sin embargo se intelectuales (o mejor cognitivos) medida mediante ins-
exija su especificación o comprobación. En el peor de los ca- trumentos psicológicos.
sos criterios meramente morales o hasta político morales de
conveniencia. Ello redunda, como decía, en las dudas cons- Etiología. Etiopatogénia. Produce una gran tristeza la
tantes a incluir síntomas en el eje I, síntomas de estado, o desaparición del lenguaje psiquiátrico de estos nobles y
en el eje dos, como síntomas de rasgo y en todo caso a de- clásicos términos médicos. No nos atrevemos a identificar
jar siempre abiertas las interrelaciones entre ambas. Así factores ciertamente implicados en el origen de muchos
que todo esto es consecuencia de la pobreza conceptual, en síntomas e incluso en la “patología dual” donde debería
este caso más bien americana. Así que dichas clasificacio- estar más claro, y ha costado sangre, sudor y lagrimas de los
nes son más bien un acuerdo entre caballeros sobre descrip- más atrevidos en estos últimos años para que se aceptase la
ciones y narraciones, quedando por dilucidar si el estado realidad clínica, por ejemplo, de las psicosis tóxicas por el
actual de la ciencia psiquiátrica permitiría algo mejor. En to- cannabis o por la cocaína; o sus daños cerebrales ya mos-
do caso bien admite aquí el Dr. Liberman 1 estos reproches trados antes por las necropsias y ahora por la neuroimagen,
conjeturando que la jubilación o fallecimiento de los psi- o en caso aun más palpable pero menos correcto “política-
quiatras más viejos que siguieron estas tradiciones, darán mente” el origen mixto social y biológico de muchas psico-
paso a otros especialistas más jóvenes que mejorarán este patías, y siempre desde luego el olvido de la responsabilidad
desbarajuste. A pesar de lo dicho la aplicación internacio- moral del paciente en la aparición de muchos síntomas,
nal de dichas clasificaciones ha conseguido la unificación del por ejemplo desde los conflictos familiares y sociales pro-
lenguaje de los psiquiatras afectos anteriormente de toda- ductores de depresiones, adicciones y ansiedades. Es ejem-
vía más erráticas y pintorescas denominaciones. plo de ello también la desaparición de los conceptos y
funciones psicológicas de la libertad y de la voluntad (o co-
Enfermedad grave y persistente. Evidentemente se trata de nación) y que todavía la segunda en un Tratado de Psi-
un eufemismo con el que la administración sanitaria sobre
30 Rehabilitación psicosocial. 2006; 3(2):29-36